lunes, 20 de junio de 2011

El juego en los niños

Los niños necesitan jugar. Esta afirmación puede parecer obvia, pero los padres dan a menudo a los juegos mucha menor importancia de la que merecen. Se sienten más inclinados a enseñar a los niños a ser responsables y educarlos para ser competentes.

A veces resulta difícil a los padres entender por qué juegan sus hijos. Los juegos no siempre tienen un objetivo claramente definido, como sí ocurre con las actividades de los adultos. Pero jugar es muy importante para los niños, y los padres deben tomárselo en serio. Los juegos les ayudan a desarrollar los conocimientos que necesitarán cuando sean mayores. Es un método, al parecer interiorizado en la conciencia del niño, para aprender a ser responsable y dominar una amplia gana de actividades. Los padres que limitan los juegoscorren el grave riesgo de entorpecer el desarrollo del niño.
Los padres no deben entrometerse demasiado en los juegos en grupo o en solitario de los niños, excepto para garantizar su higiene y seguridad. Sin embargo, jugar con los niños es necesario para mantener los lazos familiares, mejorar la comunicación, valorar la importancia del juego y proporcionar al niño parámetros de cómo juegan los adultos. También les ayuda a ampliar su gama de juegos y pasa a formar parte de sus actividades creativas.

Jugar con los niños es una manera de practicar la creatividad de los adultos e inspirar la de los pequeños. Cuando los niños ven que sus padres juegan, son creativos, imaginativos y dan rienda suelta a su fantasía, ellos también se ven impulsados a hacer lo mismo. Ser creativos no significa inventar juegos muy complicados. Fomentar la creatividad del niño incluye ponerle en contacto con personas creativas para que éstas les sirvan de ejemplo. Al jugar con ellos, los padres se convierten en la fuente principal de inspiración creativa.

A algunos adultos no les gusta demasiado jugar, y otros simplemente no tienen tiempo. Me temo que las necesidades económicas de la vida familiar impiden que los padres jueguen con sus hijos. El aumento de las familias uniparentales y de aquellas en que el padre y la madre trabajan, así como el mayor estrés existente en nuestra sociedad, han reducido el tiempo que los padres pueden dedicar a jugar con sus hijos. Muchos niños desarrollarían su creatividad hasta niveles más altos si sus padres jugaran más a menudo con ellos.
Los adultos que tienen la suerte de trabajar en lo que les gusta, a menudo tienen la sensación de que se trata de un juego. Los juegos no se definen tanto por la actividad desempeñada como por lo que se siente al desempeñarla. La misma actividad puede parecer el juego más frívolo en una determinada ocasión y la más ardua tarea en otra.
Por supuesto, los juegos suelen tener normas, estructura, expectativas y parámetros. Tal vez los niños se obsesionen con cumplir las normas en los juegos tradicionales. Pensemos en la cantidad de veces que habremos oído a un niño decirle a otro: “No puedes hacer eso”. “¿Por qué no?”, pregunta el otro niño.“Porque no”, responde el primero. Pero incluso los juegos con normas estrictas son realmente un juego si el niño lo realiza con la mente abierta, entusiasmo y libertad para no alcanzar cotas que no se haya fijado él mismo.
A veces, lo que parece ser un juego no lo es realmente. El juego se convierte en esfuerzo cuando el niño juega por obligación.Un niño puede incorporarse a un juego en grupo cuando tal vez prefiera la sosledad porque quiere complacer a los adultos o evitar las críticas de sus semejantes, por ejemplo. Niños que no sirven para un juego concreto pueden seguir practicándolo con obstinada determinación porque temen ser marginados o ridiculizados.
Cuando los padres juegan con sus hijos, el juego se convierte a menudo en esfuerzo. Un niño puede estar satisfecho con el resultado alcanzado y, sin embargo, no alcanzar las cotas de exigencia de sus padres, que dejan traslucir una sutil insatisfacción. Los conflictos surgen igualmente cuando los adultos no conceden tanta importancia a las normas como los niños y juegan haciendo pequeñas trampas, o viceversa. O se puede tener la sensación de estar presionado, por ejemplo, cuando el tiempo para jugar está limitado, o sólo se puede jugar con papá los sábados por la tarde. Las necesidades emocionales y los desacuerdos familiares pueden colarse en los juegos. ¡A veces me asombra que los adultos y los niños se diviertan alguna vez juntos!

PAUTAS PARA JUGAR CON LOS NIÑOS
Las siguientes pautas ayudarán a los padres a evitar algunos de los problemas que surgen en los juegos entre niños y adultos:
.- A qué juegan los padres con sus hijos es menos importante que lo que sienten al jugar con ellos. Recordemos que el juego se define por los sentimientos, no por el tipo de actividad. Es igual que se trate de un juego de mesa, una “pelea” en el salón de casa o una vuelta en tiovivo con tal de que niño y adulto estén contentos y satisfechos.
.- Cuanta más alegría y entusiasmo se demuestren a la hora de jugar con los niños, mucho mejor. Éstos serán alegres y entusiastas si los mayores también lo son. Los niños se guían por los estados emocionales de sus padres, así como por sus acciones. Es difícil que desarrollen un sentido de la diversión si casi nunca ven divertirse a sus padres.
Pasárselo bien y hacer un poco el tonto de vez en cuando no impide al niño ser serio y competente. Divertirse aporta equilibrio a la vida y es mejor que los niños vean este tipo de equilibrio en sus padres. Los terapeutas que estudian los conflictos emocionales basándose en la infancia de sus pacientes comprueban lo difícil que resulta que un adulto sea libre, extrovertido, entusiasta y amante de la diversión si sus padres no lo fueron.

.- Suprimir el control hasta donde sea posible. Los niños aprenden a controlar física y emotivamente por medio del juego. Experimentan lo que es estar al mando. Cuando los adultos permiten a los niños escoger la actividad, establecer las reglas, decidir cuándo empieza y cuándo termina el juego, etcétera, están enseñando al niño a ser responsable. Le están ayudando a tomar decisiones y a tener en cuenta a los demás. Si son los adultos los que cargan con toda la responsabilidad, los niños no aprenden.
.- Observar y reaccionar es tan importante como la participación activa en los juegos. A mi nieta le gusta coger objetos y ponerlos en la mano de alguien, luego quitárselos y volverlos a poner en su sitio; un juego que desarrolla un pequeño control motriz. La participación de un adulto sólo exige que abra la mano y diga“gracias” de vez en cuando. Incluso puede mantener conversaciones con otras personas mientras tanto. Para mi nieta eso es un juego. Los niños utilizan a los adultos como realce o ayuda en sus actividades lúdicas. Dejarse utilizar es un buen método para estimular su capacidad creativa. El adulto sólo tiene que seguirle la corriente al niño.

.- Hacer cosas creativas cuando se está jugando con los niños. Sentarse en la habitación con ellos y ponerse a dibujar o pintar, por ejemplo. Escribir poemas juntos. Construir algo con la ayuda de los niños. Incorporarse a sus proyectos utilizando los mismos materiales. Si les gusta dibujar, hay que dibujar con ellos. Si escriben, hay que llevar un diario. No importa si es el niño o el adulto el que toma la iniciativa en este tipo de actividades, pero hay que evitar las situaciones pedagógicas, porque éstas conllevan un juicio crítico y la necesidad de alcanzar unas cotas determinadas. Si se dejan materiales desperdigados por la casa para un uso creativo, siempre habrá algo a mano con lo que trabajar.
Se sabe cuándo se ha estado jugando y no sólo cumpliendo con la responsabilidad de ser padres cuando niños y adultos se sienten satisfechos al terminar la actividad. Ésta no tiene por qué durar mucho tiempo y puede haber sido planeada o espontánea, tener un significado concreto o ninguno en particular. Esta última modalidad es una de las más injustamente despreciadas.
Estar juntos es lo más importante. Siempre surge algo especial cuando se dedica tiempo a estar juntos. Crear una actividad a partir de los intereses compartidos por padres e hijos requiere imaginación.
Hay que dejar vagar la mente hasta que se descubre algo que necesita ser expresado o desarrollado con los materiales disponibles en casa. Hay que obligar a los niños a no planificar continuamente,aunque esto les resulte más incómodo. “No tengo nada que hacer. Todos mis amigos están fuera y me aburro”. La mayoría de los padres ha oído frases de este tipo, algunos con demasiada frecuencia. Cuando no sucede nada en el exterior, los niños que han aprendido a mirar lo que ocurre en su interior se mantienen abiertos a las posibilidades y recursos de la actividad creativa.
Los niños descubren su propia creatividad jugando con los mayores. Observando lo que hacen y cómo lo hacen, aprenden a divertirse en situaciones normales y corrientes y a disfrutar por ellos mismos. Estos niños sacarán provecho de estas enseñanzas durante toda su vida.

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